#Reseña Noah, de Sebastian Fitzek

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Hace un par de semanas visitaba una pequeña librería, como cada mes, para encontrar un nuevo título que sumar a mi estantería. 

Esto se ha convertido en una especie de ritual para evadir la realidad... ya saben, perderme en un mundo de ficción por unas horas al día. Así que cuando la señora Irama (de Inversiones Happy Time, que pueden contactar a través de Instagram, pues hace envíos a cualquier parte de Venezuela) me sugirió este título mi respuesta fue un simple "¿por qué no?"

Les comparto a continuación la sinopsis del libro:

Él no recuerda su propio nombre. No sabe de dónde proviene. No logra recordar cómo llegó a Berlín y cuánto hace que vive en la calle. Los sin techo con los que vagabundea por la ciudad lo llaman Noah, porque lleva ese nombre tatuado en la palma de la mano.

La búsqueda de sus orígenes se convierte en un desafío para Noah. Para él y para toda la humanidad, porque Noah es el elemento principal de una conspiración que pone en peligro la vida en el planeta y ya se ha cobrado diez mil víctimas.


Pueden ir a la ficha del libro en Goodreads, y adquirirlo en formato electrónico a través de Amazon o Casa del Libro.

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Debo confesar, antes de hablarles un poco más sobre el libro, que siempre he tenido una extraña fascinación por las tramas que giran en torno a conspiraciones. En los últimos años me hice muy fan de la serie Camel Club de David Baldacci, y de los casos de Alex Cross escritos por James Patterson, y también puedo contar entre mis preferidos a un par de escritores hispanos cuyas tramas tejen conspiraciones relacionadas con las instituciones religiosas: Antonio M. Infantes y Álvaro Díaz.

Noah, al principio, nos presenta un personaje cuyos recuerdos han desaparecido. Así, como Jason Bourne en Identidad Desconocida, Noah aparece en la entrada de una estación de metro de Berlín y es encontrado por Oscar, un sin techo llamado Oscar que se encarga de él.

Oscar es uno de esos paranóicos que ven una conspiración en todas partes. Sus ideas, aunque disparatadas, están construidas con una lógica aplastante y plantean, entre otras cosas, temas que harán reflexionar a nuestro amnésico personaje (así como al lector).

Aunque nuestro protagonista no recuerda su nombre, es llamado NOAH pues esa palabra está tatuada en la palma de una de sus manos. Es así como empieza a tener una identidad, aunque no está seguro de que sea la suya pues la palabra le resulta tan extraña como cualquier otra.

Mientras esto sucede en Alemania, en Nueva York una periodista del New York News llamada Celine Henderson se encuentra en la consulta de su ginecólogo enfrentándose a una posibilidad que pone su mundo patas arriba. Ha descubierto recientemente que está embarazada, y aunque su estado no llega en el momento ideal, ella abraza la idea de ser madre con esperanza. Sin embargo las noticias de su médico no son alentadoras. Con sus pensamientos dispersos regresa al edificio en el que trabaja, y en el camino recibe una llamada extraña que, sin saber, echa a andar los engranajes de una bomba de relojería.

En Los Angeles, el presidente de una importante empresa farmacéutica encabeza una velada para recaudar fondos. Jonathan Zaphire, con un discurso ofensivo pero contundente, expone la situación actual de nuestra sociedad ante los ricos y famosos del mundo. Con imágenes y cifras, les dice (sin maquillar sus palabras) que por culpa de sus hábitos consumistas están condenando al planeta a morir, y con él a millones de personas. En el punto más delicado de su intervención, el empresario es víctima de un atentado; y aunque parezca fortuito, todo sucede en el momento exacto en que aquel sin techo (y sin memoria) llamado Noah tiene una revelación.

Al principio todas estas historias parecen no estar relacionadas. El autor juega un poco a construir tramas que se desarrollan en paralelo, y poco a poco va revelando detalles que las vinculan. Con una historia llena de intrigas y acción, Sebastian Fitzek nos invita a descubrir quién es Noah y qué relación tiene con una conspiración para acabar con la mitad de la población mundial a través de un virus llamado Gripe de Manila. Para ponernos en antecedentes de cómo afecta el pánico generado por esta epidemia, el autor también desarrolla un hilo adicional en esta trama, y es la historia de Alicia. Una mujer que trata de sobrevivir junto a sus hijos, con quienes vive en situación de extrema pobreza, en una chabola de Manila.

¿Víctima de las circunstancias o una pieza del ajedrez?

Mientras la historia avanza desde cada punto de vista, se van revelando aspectos de la identidad de Noah. Él mismo tiene algunos flashbacks, pero sus recuerdos en lugar de animarlo lo asustan. Al verse en peligro, ha descubierto con asombro la facilidad con la que puede identificar un arma solo por el sonido que emite, o con la que puede inutilizar a un adversario. Todo parece apuntar a que es peligroso, pero aún no sabe de quién huye o por qué lo persiguen.

La novela toma un ritmo vertiginoso y el peligro asecha en cada esquina. Se revelan los rostros de algunos enemigos, pero también se presenta la oportunidad para Noah para descubrir no solo su identidad sino la razón de ser perseguido.

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Hay algunos capítulos de esta historia que me conmovieron muchísimo. Uno relacionado con Celine (después que huyen a Holanda), con Oscar (en Roma) y otro con Adam Altmann (en Roma también). Cuando Noah finalmente descubre quién es, y su implicación en la conspiración, siente que ha perdido mucho. Yo también lo siento así. Los giros argumentales le roban a nuestro protagonista no solo su memoria, sino a su único amigo. Hay decisiones difíciles, sacrificios y muchos hechos para reflexionar. Al final las cosas parecen tomar el rumbo correcto y las aguas, inevitablemente, vuelven a su lugar.

Aunque es una obra de ficción, el autor declara que las estadísticas usadas para construir la trama son verdaderas (pueden consultar en Google todos los datos), lo que aporta a su conspiración de ficción una dosis de realidad que le aporta un nivel de profundidad a la lectura, pues no solo entretiene sino que además educa.

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